La vaquita: un panda sonriente en peligro

Poco se sabe sobre la vaquita marina, el cetáceo más pequeño del cual los seres humanos tenemos -aunque muy paupérrimo- conocimiento.

Esta pequeña marsopa, de acuerdo a registros científicos, sólo habitaría en el extremo norte del Golfo de California, también conocido como el Mar de Cortez y es el mamífero marino que enfrenta mayor grado de peligro, en la actualidad.

Estimaciones, a base de investigaciones y estudios acústicos, indican que menos de 30 ejemplares (Sí, treinta) se encuentran aún con vida y nadando libres, en la actualidad.

¿Qué más podemos decir sobre la vaquita?

  • La vaquita también es conocida como “el panda sonriente del mar”, debido a los círculos negros que rodean sus ojos y hocico.
  • Ninguna vaquita ha sido capturada ni mantenida en prisión (mal llamado cautiverio) a la fecha.
  • De los estimados 30 ejemplares -aún con vida- aproximadamente menos de la mitad serían femeninos y en edad reproductiva.
  • Las vaquitas tienen una expectativa de vida relativamente menor, comparada con otras marsopas, viviendo una media de 20 años y dando a luz 1 a 2 crías cada 2 años, como promedio. En la práctica, esto significa que sus posibilidades de recuperación vs. extinción son muy complejas y alarmantes.
  • Las vaquitas se encuentran clasificadas como en peligro crítico de extinción desde 1996.

Ahora, de seguro nos preguntamos: ¿Por qué motivo la vaquita se encuentra al borde de la extinción?

La respuesta es más que obvia: el ser humano.

El gran peligro de las vaquitas -y que han arrasado con su población- son las grandes redes de enmalle utilizadas para la pesca indiscriminada.  Una red de enmalle, básicamente, lo que hace es sumergirse verticalmente y “atrapar” todo lo que se cruza con ella: tiburones, delfines, tortugas, peces e inclusive ballenas. Las vaquitas, entonces, no son la excepción.

No obstante, seamos autocríticos: El problema de las redes de enmalle no sólo emana de quienes las instalan, sino también de todos aquellos que fomentan y dan incentivo a esa práctica: los consumidores.

Para salvar a la vaquita no bastará con regular, limitar y eliminar las redes de enmalle, sino también modificar nuestra propia conducta.

Debemos dejar de utilizar el concepto de “stocks” y “recursos”, dando paso al de “seres sintientes”.

“El hombre como un fin y no como un medio”, ¿Qué nos priva de practicar este mismo imperativo con todos aquellos que nos rodean?

La extinción es para siempre, pero ciertamente nuestras conductas erráticas pueden no serlo.